La década de los años 60 está marcada por
acontecimientos históricos importantes. Entre otros, el asesinato de J. F. Kennedy (1963) y la
llegada del hombre a la Luna (1969). Más cercano a nosotros, el accidente de Palomares
(1966), el triunfo de Massiel en Eurovisión (1968) y la llegada de la
televisión, el frigorífico y el primer seiscientos a vuestro pueblo.
Mi infancia está unida a Albanchez y, en particular, a la vieja Casona que sirvió de acuartelamiento a la Guardia Civil y a sus familias, durante muchas décadas. Cada vez que regreso al pueblo, ese edificio siempre me sigue sorprendiendo y no dejo de contemplarlo. Algunas instantáneas me vienen a la mente: La “sala de puertas”, sus largos pasillos, la escaleras de subida a la primera planta, las cocinas, los aseos, la gran palmera, las acacias (desde entonces, uno de mis árboles preferidos) y mi habitación donde pasé el sarampión.
Era el año 1961. Llegué a Albanchez una tarde de
junio, en un viejo camión que transportaba los pocos enseres que mis padres
tenían, aunque ellos llegaban cargados de juventud, con muchas ilusiones, con
un pequeño de dos años y, al mismo tiempo, con ese miedo a lo desconocido. Allí
nos esperaban el cabo Valentín Gutiérrez y los guardias Juan Fornés, Juan Hermosilla, Amador Sánchez
y Joaquín Padilla, junto a sus familias.
Los años han ido pasando, Dios! con qué
rapidez. ¡Cuántos recuerdos acumulados!
Revivir vivencias pasadas por el tiempo resulta gratificante. Nunca olvidaré
las montañas de naranjas en el rio, los caños, el lavadero, la Lola (hija de la
tía Teodora) con su taberna-posada junto al Cuartel, la llegada de la Alsina
con Rafael el “Ico” como conductor de primera en la “Cuesta de la Virgen”, la
cochera del Rada (todavía se conserva), las serrerías de mármol de Humberto
Blanco y Antonio Sánchez, la panadería, el molino de harina, el “cortijo del
Cubico”, la fábrica de D. José Crisol, La Palmera, el Castellón, las correrías
de niñez con Paco el de la “Paula”, Emilio (su familia tenía una carnicería),
Valentín, Juan de “Emilia”, Juan de “Amador”, hijos del “Cuca”, el de la
almendra, Luis, Pedro de “D. Bartolomé”, Eliseo y muchos más que no recuerdo
bien. Como olvidar el bar del “sacristán” enfrente de la tienda de González.
Para ver Bonanza y el Fugitivo, necesitábamos llevar cuatro pesetas para tomar
una coca-cola.
Familia
Castaño-Iglesias en Albanchez (1969)
Al lado de la taberna de Lola vivía Eugenio,
hombre que pasó su vida en Argentina trabajando en el ferrocarril y que regresó
a Albanchez cuando se jubiló. A todos los niños del Cuartel nos gustaba ir a
visitarlo, era un hombre amable que siempre tenía algo que contarnos. Un día le
vi enterrar naranjas en su jardín, más tarde comprendería que quería conservarlas
para cuando no hubiese en el naranjo.
En Albanchez nacieron mis hermanas Remedios y
María del Pilar y en Albanchez, aprendí a leer y escribir y recibí mi primera
comunión. Recuerdo que, sobre 1965, la escuela de niños estuvo en un local al
lado de la Farmacia de D. Gonzalo Álvarez de Castro. La escuela de niñas estaba en una casa, con
una pequeña escalera de acceso, cerca de la casa del médico D. Ramón Martos Aybal. Cuando se
construyó el grupo escolar, en la parte más alta del pueblo, tanto niñas como
niños nos trasladaron a la nueva escuela. Tengo gravada en mi mente, la mañana
del 17 de enero de 1966, cuando estando en el recreo, entre juegos y patadas al
balón, contemplo la caída de dos aviones, envueltos en llamas, muy cerca de
nosotros. Se trataba del accidente entre aviones de la fuerza aérea
norteamericana, conocido más tarde como el “accidente de Palomares”.
En Albanchez aprendí a escribir a máquina. Nos
impartía clases una señora alta, no
recuerdo su nombre pero creo que era hermana de D. Emilio, secretario del Ayuntamiento.
Esta señora se encargaba también de la Oficina de Telégrafos y conservo un
grato recuerdo de ella.
En el curso 1968-1969, comienzo a estudiar en el
Instituto de Cantoria. Diariamente nos
bajaba, en una furgoneta DKW, un señor de Cantoria llamado Basilio Saéz.
Recuerdo que regresaba a casa mareado, con el olor a gasoil en los pulmones y
la cabeza dando vueltas por la multitud de curvas.
Otro hecho que marcaría la vida de mi familia se
produjo el 21 de octubre de 1967, en las proximidades del “puente de hierro” de
Cantoria. En ejercicios de tiro de la Guardia Civil, se produjo un accidente
donde mi padre fue uno de los afectados graves. Esto sería el detonante para
que, años más tarde, mi familia dejara Albanchez y nos trasladásemos a Almería.
Procesión
de S. Roque (1965)
De
izquierda a derecha: D. Gonzalo (farmacéutico), D. Antonio Roldán García (alcalde), D. Juan Fornés (guardia), D.
Antonio Alonso Alonso (sacerdote), el "Cubillas", D. Valentín
Gutiérrez (cabo), mi padre, Florencio Castaño, con gafas
de sol y D. Manuel de las Heras.
Hoy, víspera de la fiesta de San Roque, cierro
los ojos y veo, por el espejo retrovisor, con querencia, aquellos años felices
entre naranjas, de juegos en el rio, visitas a la balsa del “cubico”, a la
reciente inaugurada gasolinera, el traslado de San Roque desde la Ermita a la
Iglesia de la Anunciación. Mi recuerdo a los amigos de infancia que ya nunca te
encontrarás y también a los ausentes, en
especial, a mi hermana Remedios que correteó por los alrededores del Cuartel y
aprendió sus primeras letras y números con la maestra Dª Carmen.
¡Mis saludos para el Pueblo de
Albanchez ¡
Adelante.
Preciosa historia
ResponderEliminarGracias por compartir esos recuerdos
ResponderEliminarQué gracia! Mi abuela Sàez Capel y sus hermanos, vinieron a Barcelona de Albanchez me parece recordar.Familia de marmolistas. Eran 4 o más hermanos.
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